A veces, los caprichos del destino nos regalan sorpresas deslumbrantes.

Sevilla fue uno de esos obsequios inesperados que aparecieron en mi vida, de zopetón y sin buscarlo, pero tan bienvenido como los primeros calores tibios de la primavera, que derriten el frio invernal que se acumula en mis huesos.
Muy lejos de las conocidas frases: «Fui a Sevilla porque me dijeron que es hermosa», «Quería conocerla por su legendaria historia», «Sevilla tiene algunos de los edificios mas espectaculares de España» o alguno de los tantos argumentos que seducen cada año a miles de turistas para visitarla, el motivo que me llevó a la capital de Andalucía no fué de interés cultural, arquitectónico o histórico.
La causa de mis días sevillanos resultó ser el motivo más mundano, que puedas imaginar: fue el destino más barato que encontré…
El 2011 estaba de estreno. Por entonces, mi amiga (futura socia de viaje) y yo, pasábamos el ardiente verano porteño planificando nuestro próximo periplo europeo. Teníamos comprados los pasajes a Madrid para fin de mayo. Era mi segundo viaje al viejo continente, y el primero de ella. Italia sería la gran protagonista de la película, pero a las dos nos seducía un destino un tanto exótico: Marruecos.
El instinto nos decía que no habría mejor oportunidad para conocer el país africano, que resulta ser un destino algo atípico y menos popular que las grandes capitales europeas, por lo que encontrar soci@ de viaje para visitarlo no resulta sencillo. Más allña de mi ilimitado valor aventurero, descubrir los encantos marroquíes con mi mejor amiga era un plan imbatible. Tomamos la decisión sin demasiadas vueltas.
Marrakech, la capital de Marruecos, sería nuestro Último destino compartido.
Desde ahí ella volvería a Madrid, para tomar el vuelo de regreso a la Argentina. Yo, en cambio, tenía 15 días más, con rumbo desconocido. Tenía tanto mundo por explorar que no me podía decidir: Londres, Berlín, Barcelona, Amsterdam… ADÓNDE IR???
La fecha de partida se acercaba rápidamente y yo seguía indecisa. Pero me estaba quedando sin margen de tiempo, no podía seguía dudando. Una calurosa tarde de abril, apenas un mes antes de partir, me senté frente a la computadora con el firme objetivo de resolver la cuestión.
La calidez del ambiente conectó mis neuronas de una forma inédita, y la solución se materializó súbitamente frente a mis ojos. Era una clara, brillante y descabellada idea.
Y si elegía mi destino al azar?

Aunque por un lado me parecía un locura absoluta, algo me impulsó a probar éste método desconocido. Lo descubrí en alguna de las tantas búsquedas de aéreos que había hecho. En varias webs de diferentes aerolíneas aparecía la opción de DESTINOS ALEATORIOS o algo así. Nunca la había probado y la intuición me decía que era el momento perfecto de hacerlo.
Ingresando la ciudad de origen y la fecha de partida, la página en cuestión ofrecía las alternativas disponibles que había para viajar desde ese lugar.
Lo pensé un poco más y llegué a la rotunda conclusión de que mi inusitado plan era la salida perfecta para resolver el intríngulis viajero al que me enfrentaba. Antes de zambullirme en semejante extravagancia, me comprometí conmigo misma a aceptar el resultado, cualquiera que fuera. En ese humilde acto privado, delegué la elección de mi próximo destino al azar… «Lo que toca, toca, porque la suerte es loca» trillada frase, repetida hasta el cansancio en la infancia de mis hijas.
Convencida por la brillante decisión que acababa de tomar, ingresé los datos solicitados. Ciudad de origen: Marrakech. Fecha de partida: 20 de junio de 2011.
Inspiré hondo e hice click en BUSCAR.
A los pocos segundos, la lista empezó a corporizarse frente a mis ojos. Cómo iba a hacer para elegir uno!!! Al final la fortuna no me estaba ayudando demasiado… Estaba otra vez como al principio. Barcelona, Roma, París, Londres, Franckfurt, Berlín, Lisboa, el repertorio era tan extenso, como mis ganas de ir a todos esos lugares.
En el preciso instante en que apoyé el cursor del mouse sobre la cruz para cerrar la página, la bendita respuesta que esperaba floreció ante mis ojos! Los muchachos de Ryanair me ofrecían viajar desde Marrakech a Sevilla por UN EURO!
Cómo puede ser…debe haber un erroR!
No lo dudé un instante, ni me fijé si Sevilla valía la pena o no, sencillamente porque NO ME INTERESABA. Tenía la posibilidad de volver a Europa desde Marruecos por la ridícula cifra de un euro, no iba a permitir que se me escape semejante regalo, aunque Sevilla resultara ser la ciudad más horrenda o insípida de España.
Nunca en mi vida tomé una decisión tan rápidamente, suelo ser bastante vueltera, sobre todo cuando se trata de la planificación de un viaje. Estoy horas, a veces días rumiando el recorrido, pensando si es conveniente o lo puedo mejorar, comparo opciones en diferentes empresas, juego con las fechas, los horarios… Pero esta vez no había tiempo para debates logísticos. Sin demora inicié el proceso de compra. Cuando llegué al ultimo paso me encontré con la sorpresa que el pasaje seguía costando €1, más €14 de impuestos.
Más allá de la incoherencia de tener que pagar más de impuestos que de tarifa, el precio seguía siendo una GANGA absoluta y sin mayor análisis lo compré.
«Después de Marruecos me voy a Sevilla» le dije a mi amiga.
«Ahhh, está buena la ciudad?» me preguntó.
«No tengo la menor idea, pero el pasaje me costó €15… y está en España. Si no me gusta, después veo adónde me voy» le respondí, ignorando la inmensidad del obsequio que la suerte me había regalado.

Para redoblar mi osada apuesta, decidí probar suerte con Couchsurfing. Sería la primera vez que usaría este particular sistema de alojamiento estando sola, y quedarme en una casa sevillana me resultaba una idea insuperable.
Ingresé al portal con una fe inquebrantable. Una sustanciosa cantidad de posibles candidatos aparecieron en respuesta a mi búsqueda, y pero mi atención se enfocó rápidamente en el primero de la lista. Se trataba de un señor de mi edad (40 años por entonces), de nombre Mario López. En su perfil encontré lo típico: muy social, interesado en conocer gente nueva, compartir buenos momentos, blablabla. Pero lo completamente atípico era su foto de presentación. El susodicho lucía orgullosamente unos inmensos anteojos de plástico de color naranja furioso, famosos conquistadores de todos los carnavales cariocas, y una peluca afro con bucles verde flúo. Su onda traspasaba la pantalla del monitor y supe automáticamente que él sería mi anfitrión en Sevilla. Le pedí hospedaje por 3 noches. Estaba tan segura que me iba a aceptar, que ni siquiera me tomé la molestia de mandar otras solicitudes.
CONTINÚA EN EL PROXIMO CAPITULO…
Cinema Paradiso es una película italiana que le hace un homenaje al cine desde su cultura, muy buena. La Gran…
que lindoooo! que tengas un hermoso viaje!
Gracias por todos estos tips… Viajaremos en enero a Barcelona, Atenas y un mini crucero de una semana por el…
muchas gracias!
siiii hermosa! gracias por el aporte