Después de conocer Cachi, Seclantas, Molinos y la soberbia Colomé (si no leiste la primera parte del roadtrip hacé CLICK ACÁ) volvimos a Salta por un día.
A las 10 de la mañana del otro día ya estábamos en camino rumbo a Cafayate. Después de atravesar varios pueblos llegamos finalmente al esplendor de la ruta 68, donde paisajes descomunales nos dieron la bienvenida. La Quebrada de las Conchas, el Anfiteatro, la Garganta del Diablo, los Castillos. Un sinfín de vistas que dejan sin aliento y te recuerdan, una vez más, la majestuosidad de nuestro país.
★ Cafayate se encuentra a 196 km de Salta. Para llegar a este pequeño pueblo es necesario atravesar la Reserva Natural de la Quebrada de las Conchas, una de las rutas más imponentes que se pueden conocer. La ruta de Salta a Cafayate está asfaltada, no tiene una gran altura (como la Cuesta del Obispo) pero si tiene bastantes curvas aunque, en lo personal, me parece una de las menos exigidas en cuanto a manejo.

★ La Garganta del Diablo y el Anfiteatro son dos paradas casi obligatorias en el camino a Cafayate. En el pasado, cuando esa zona era húmeda, estas formaciones fueron cascadas de agua dulce. El flujo del agua fue erosionando la piedra y se transformaron en estos parajes asombrosos.

La travesía por la mítica Quebrada de las Conchas nos llevó más tiempo de lo previsto. Intentar sacar la foto perfecta sin el amontonamiento de gente requiere de mucha paciencia y varios minutos extras… pero la espera siempre tiene recompensa.
Llegamos a la Bodega Piatelli después del mediodía, cansadas y hambrientas. La bodega, con su perfil imponente a los pies de los cerros, emerge ante los ojos como una visión salvadora, un oasis en el desierto. El almuerzo y el servicio, un lujo de principio a fin. En Piatelli ofrecen almuerzos, degustaciones y visitas a la bodega. Hay diferentes opciones según tu presupuesto. Te recomiendo reservar siempre, porque por cuestiones de protocolo puede que no encuentres lugar, es muy demandado.

Por la noche nos esperaba una de las experiencias más interesantes que se pueden conocer en Cafayate: Bad Brothers y su inédita propuesta gastronómica. Platos tan sorprendentes como sabrosos. También es aconsejable reservar antes, porque dependiendo la fecha se llena. Hay días con show en vivo. Se pueden realizar eventos, visitas y hasta preparar tu propio vino! Sin dudas, un lugar para visitar.

Con la panza demasiado satisfecha y el corazón danzante, nos acomodamos en nuestra enorme y cómoda habitación del Cafayate Wine Resort que nos recibió con la calidez de su gente y la serenidad de sus viñedos iluminados por una luna mágica. Nos sentimos como en casa y eso si que no tiene precio.

Nos merecíamos una mañana de descanso y relax. Hacía más de seis días que no parábamos un minuto. Kilómetros de ruta, armar y desarmar valijas, sacar fotos, subir contenido, trasladarnos de un lado al otro. Estábamos cansadas.
La paz que habita en Cafayate Wine Resort nos invitaba a parar un poco, frenar la velocidad, respirar profundo. El hotel descansa a los pies de los cerros, si estiras un poco la mano, casi que lo tocás. Y esa pileta, rodeada de viñedos es tan tentadora que no hay manera de escapar de su hechizo.

A la tarde fuimos a conocer el Museo de la Vid y el Vino donde el culto al vino se hace arte. Una visita interesante para conocer un poco más sobre esta bebida sagrada, alma indiscutida de Cafayate.
Llegamos a la Bodega Del Borgo a media tarde. Carla, una de sus dueñas, nos esperaba con una sonrisa cálida y la amabilidad a flor de piel. Con el olor a nuevo entre sus paredes rectas, se esconde su tesoro: la colección de Almandino, vinos frescos y jóvenes, de carácter e intensidad. Nos despedimos de Carla bajo la luz dorada de un atardecer limpio que multiplicaba su belleza sobre el cielo infinito.

Todavía nos esperaba una última sorpresa, la cena en Pacha que nos apabulló con la desmesura de sus sabores inesperados. Tomás y Soledad, socios y pareja, hicieron magia con sus manos expertas, convirtiendo a Pacha, sin dudas, en el mejor restaurant de Cafayate. Hacete un favor y no te lo pierdas.

Estábamos nuevamente en la ruta. Nuestro próximo destino era Tafí del Valle, en la provincia de Tucumán, pero de camino teníamos una cita ineludible: conocer la Ciudad Sagrada de los Quilmes. Desde Cafayate a la Ciudad Sagrada de Quilmes hay 54 km. La ruta 40 en ese tramo está en buenas condiciones y no es una ruta exigente en cuanto al manejo. Solo los 5 km que hay que hacer desde la ruta hasta las ruinas es de tierra pero sin mayor dificultad.
Sólo había escuchado hablar de este sitio arqueológico alguna vez y desconocía por completo la historia que se esconde en ese lugar tan especial. Allí, bajo el sol tibio de la primavera incipente, me enteré de la trágica odisea de este pueblo indígena y el significado de esas piedras cambió por completo.


La Ciudad Sagrada se encuentra en los Valles Calchaquíes, ubicadas al pie del cerro Alto del Rey. Los quilmes se instalaron allí en el siglo X, tenían un gran desarrollo social y económico; en el siglo XVII llegaron a ser más de 13.000 habitantes en esa región.
En 1667 fueron sitiados por los españoles, quienes arrasaron con su ciudad. Los 2600 sobrevivientes fueron obligados a caminar hasta Buenos Aires, sin agua ni comida. Se estima que llegaron unos 400 indígenas. El relato conmueve y recorrer el sitio que una vez fue el hogar de esta civilización, mucho más.
Para ingresar a la Ciudad Sagrada hay que pagar una contribución de $300.- (septiembre 2021)
Con la emoción pegada en la piel comenzamos el próximo trecho del camino. Llegar a Tafí del Valle implica desandar una colección incansable de curvas en una ruta que parece un caracol infinito. Desde las ruinas de Quilmes a Tafí del Valle hay 73 km, la mayor parte es ruta de altura y con muchas curvas. Todo el trayecto está asfaltado. El trayecto se hace en un hora y media. Primero hay que subir y luego bajar. Y ahí abajo, en medio de un valle pintado, Tafí aguarda con su alegría de pueblo pequeño y lindo. Nos instalamos en la comodidad del Hotel Colonial durante dos noches.
El nuevo día empezó con una visita, tan fascinante como inesperada. La Estancia Los Cuartos, una de las más antiguas de Tafi del Valle, nos aguardaba con su quietud de pueblo para sorprendernos con su historia.

Estancia Los Cuartos, Tafí Del Valle, Tucumán
Además de su propuesta de hotel boutique, la Estancia Los Cuartos sumó un museo sensorial. El recorrido del sitio y las habitaciones decoradas con su estilo original permite conocer de primera mano cómo vivía la familia que habitaba la casa en 1910. Adicionalmente, y gracias a un dispositivo y auriculares provisto por el museo, se puede disfrutar de una experiencia de realidad aumentada. ¡Una visita super recomendada!
La entrada al museo experiencia es de $400.- (agosto 2021) y el recorrido dura 45 minutos.

Antes de despedirnos de Tafí del Valle, queríamos subir al mirador del Cerro de la Cruz, que nos habían recomendado. Tardamos unos 30 minutos en llegar hasta la cruz, ubicada a unos 2100 msnm y a una distancia de 1.3 km. La subida no fue muy exigida. Es muy importante tener zapatillas y ropa cómoda. Para los amantes del senderismo hay dos circuitos que se pueden realizar en el Cerro de la Cruz, uno de 3 km (duración 2 hs) y otro de 5 km (duración 3 hs)
Con las retinas empapadas de la belleza del valle, nos despedimos de Tafí, ya ansiosas por volver a verla.

Desandamos otra infinidad de curvas y en poco mas de 2 horas llegamos a Villa Nougués, un pueblo mínimo, que parece una postal de Suiza pero está en Tucumán. Fue fundado en 1904 por el gobernador tucumano Nougues, quién decidió establecer allí su residencia. Desde entonces es el lugar elegido por las familias más acaudaladas de la provincia por su espectacular paisaje y el buen clima que tiene durante todo el año. ¿Conocías este lugar? Yo lo descubrí en el viaje, nunca lo había escuchado.
Villa Nougués está a 45 km de San Miguel y la ruta es completamente en subida, con millones de curvas (sí, mas curvas, en este viaje me volví experta en manejo con curvas)

Llegamos a San Miguel por la tarde y nos instalamos en el Hotel Bicentenario, un divinor total. Teníamos ganas de descansar pero nos dimos cuenta que si no íbamos ese día a ver la famosa Casa de Tucumán, no la íbamos a conocer por dentro. Hicimos acopio de energía para caminar las dos cuadras y allá fuimos.
La pequeña fachada blanca esconde un pedazo de nuestra reciente historia como país libre. Atravesar la enorme puerta celeste genera un cosquilleo en el corazón. Pisar esas piedras por las que, doscientos cinco años atrás, caminaron los próceres que nos declararon nación.

Poco queda de aquella casa que albergó los sueños e ideales de un puñado de hombres que, bajo el nombre de Congreso de Tucumán, proclamaron la independencia de la Argentina, el 9 de julio de 1816.
★ La casa original fue construida durante la década de 1760 por un comerciante para ser otorgada como dote para su hija.
★ En la época de la Revolución de Mayo fue alquilada y se usaba como cuartel para oficiales y tropa. Tiempo después fue asignada para las sesiones del Congreso de Tucumán que funcionó allí ella entre marzo de 1816 y enero del año siguiente. Para la mayor comodidad de las sesiones, se derribaron paredes internas.

★ Tras el traslado del Congreso a Buenos Aires, la casa fue destinada a diversos usos, y devuelta a sus propietarios. Entró en un estado de deterioro hasta que en 1874 fue comprada por el estado nacional.
★ En 1903 tuvo que ser demolida casi por completo debido a su pésimo estado de conservación. La única parte del edificio que fue salvada fue el Salón de la Jura de la Independencia.
★ En 1941 fue declarada Monumento Histórico Nacional.
★ Se puede visitar y la entrada es gratuita.
