Hay situaciones que, cuando viajamos, debemos evitar.
Claro, es muy fácil decirtelo ahora, después de haberlas pasado… Pero cuando me tocó vivir esta anécdota yo era una viajera inexperta, una verdadera kamikaze que se había aventurado a Europa por primera vez sola y sin demasiada información.
Llegué a Venecia de noche (dos grandes cagadones!). Aterricé en Mestre, el aeropuerto más cercano y por gracia de los astros logré subirme un bus que me dejo en la estación de trenes Santa Lucía.

Agarré mi detestable valijón de 23 kilos, que en ese momento se habían multiplicado y parecían ser una tonelada, y comencé mi desafortunado camino rumbo al hostel.
El paupérrimo mapa que, milagrosamente, pude rescatar en la terminal indicaba que estaba a unos 800 metros de mi destino (nótese que 10 años atrás no existían los celulares con googlemaps).
Es acá nomás me dije ilusa, mientras comenzaba mi caminata.
A los 20 metros de haber salido de Santa Lucía, empezó a diluviar.
ME ESTÁS JODIENDO! pensé. Decidí ignorar la lluvia. El cansancio y el hambre superaban ampliamente el factor climático.
VAMOS QUE YA LLEGAMOS! me decía para darme ánimos…
Y entonces, se rompe la manija del valijón maldito! Recórcholis, rayos y centellas, LPMQTP y todo el rosario de insultos que conocía…
El trayecto de 800 metros se transformó en un tortuoso camino que duró media hora, cargando el valijón como podía, de a ratos le hacía upa, cuando me agotaba lo arrastraba de la manija rota. Y así, a velocidad de oruga cuadriplica bajo las cataratas de lluvia fría, conseguí llegar al supuesto lugar donde debía encontrar el hostel que, obviamente, NO ESTABA!
Era casi medianoche. Ahí estaba yo, una verdadera alma en pena con la valija rota, sola en una esquina desierta y oscura de una ciudad desconocida, muerta de cansancio, famélica y chorreando agua.
Mientras reflexionaba si la mejor opción era revolear mi odioso equipaje al agua o tirarme en la calle a llorar, de repente escucho unos pasos a lo lejos… UNA PERSONA!
Era el primer ser humano que me cruzaba desde que había empezado mi extenuante vía crucis. Conteniendo las ganas de salir disparada a abrazarlo, lo saludo y con una mezcla de argentano básico le muestro el papel donde tenía escrita la supuesta dirección que buscaba.
El señor tano, poniéndome cara de: NENA, QUE BOLUDEZ LO QUE ME PREGUNTÁS me señala para arriba. Y con inmenso alivio veo un cartel con el nombre del hostel.
Resulta que yo buscaba el número 83 bis, eso significa que es arriba del 83… como no saberlo!?!?!. Sostengo que Italia es lo más del mundo pero lo de la numeración ‟BLUE” me superó completamente .

Moralejas del cuento
De esta cómica (ahora) pero estresante experiencia, mis aprendizajes fueron:
- NUNCA LLEGAR DE NOCHE A UNA CIUDAD DESCONOCIDA: de día, cuando hay gente en la calle y sobre todo luz, todo se hace más fácil y genera menos complicaciones.
- EVITAR LLEGAR A VENECIA EN AVIÓN: la mejor forma de llegar a este destino italiano es en tren, desde ahí podés tomar el vaporetto si necesitás llegar al centro de la ciudad.
- LLEVAR MUCHO EQUIPAJE: nunca es conveniente llevar valijas grandes y pesadas (en mi post de TIPS VIAJEROS te cuento algunos más) pero hay destinos que son particularmente difíciles para moverse con el equipaje. Venecia es, definitivamente, uno de ellos.
- NO SABER CÓMO LLEGAR A TU HOTEL: ahora todo es más fácil, podemos estar siempre ubicada con las aplicaciones en nuestros teléfonos celulares. Un tip extra que siempre tengo presente, me fijo bien cómo llegar al hotel antes de llegar al destino y me guardo las indicaciones en un anotador o en el celular, por las dudas si no puedo abrir las aplicaciones, o me quedo sin batería o lo que sea!
Hola Majo! Me acuerdo que alla por 1995, conoci Venecia. Llegue de dia en tren. Y tuve la precaucion de dejar en la estacion mi mochila grande (pasando a una mas pequeña lo basico) …. busque lugar para hospedarme y listo ! Gracias por el dato BIS … no tenia idea … jajajaja
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Hola Angeles! estuviste brillante con lo de dejar la mochila. Aplauso de pie!
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